El Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, conocido popularmente como Cárcel Modelo
Se ubica entre las calles Rosselló, Provença, Nicaragua y Entença, ocupando la extensión de dos manzanas del Eixample.
La Model se inauguró el año 1904 y es decana de las cárceles catalanas, habiéndose convertido en símbolo y testimonio de la historia del país.
La historia de un periodo en la lucha dentro de las cárceles españoles
En los últimos coletazos del dictador Franco, la vida dentro de las cárceles eran terroríficas, ya que las prácticas de tortura eran habituales, los aislamientos sin ver la luz solar, se podían prolongar indefinidamente, la comida era escasa y miserable, las condiciones higiénicas y sanitarias brillaban por su ausencia, las comunicaciones con los familiares
A la muerte del dictador en noviembre del año 1975, la población reclusa esperaba que sus condiciones sufrieran un cambio, pero eso no sucedió y encima se sintieron discriminados cuando se concedió una Amnistía para los presos denominados políticos, cuando en realidad todos habían sido victimas de una sociedad franquista.
A finales del año 1976 en la Prisión
de Carabanchel, en Madrid, y en secreto, se fundó la C.O.P.E.L (Coordinadora de Presos Españoles en Lucha ), con unas normas de
conducta y unos fines claros: conseguir la Amnistía ó el Indulto General
y cambiar las normas de vida en el interior de las cárceles.
Durante
la vista judicial y tras leer un comunicado de la Coordinadora, los
tres acusados se cortaron las venas. Minutos antes, uno de los acusados:
- con la venia yo vengo aquí simplemente a declarar que este juicio es
una farsa más de la justicia, y a negar la validez de este tribunal para
juzgarnos, y de cualquier otro como éste, vinculados íntimamente al
franquismo
Después de haber
definido claramente los objetivos a conseguir y los medios para llegar a
ellos, la COPEL de Carabanchel se ha lanzado a organizar una serie de
reivindicaciones legales a través de encuentros con los jefes de
servicio y con la Dirección de la prisión. Cuando hemos conseguido estas
entrevistas, la gran mayoría de los presos han cogido confianza en la
COPEL como organización de todos los presos que luchan para obtener los
derechos que nos pertenecen a todos...
Se han hecho colectas de dinero
para los compañeros aislados,... para ir a la ayuda de los compañeros
indigentes y cubrirles sus necesidades más elementales. Se ha organizado
una biblioteca para el uso de todos los presos, pero dirigida por los
compañeros de la COPEL de la 3a. galería. Se han creado comisiones para
estudiar y realizar acciones a favor de las minorías más marginadas de
la cárcel: homosexuales, menores del centro de menores, detenidos de los
penales disciplinarios mas duros, etc. Se ha preparado unos dossieres
sobre estos penales, sobre la explotación en los talleres penitenciarios
Los primeros pasos hacia el tejado
Después de un primer indulto muy parcial
que no satisfizo a nadie y que sólo sirvió para dejar patente la
necesidad y la urgencia de verdaderas señales de apertura, la amnistía
política –a pesar de que con cuentagotas– llegó el julio de 1976 de la
mano de Adolfo Suárez, empujado por la presión de la calle. En cambio,
el indulto general que los presos comunes esperaban ansiosos, no
acompañó la medida de gracia aprobada por Suárez. Esta marginación
encendió los ánimos en la prisión de Carabanchel, donde el 31 de julio
de 1976 los presos comunes protagonizaron una huelga de talleres y un
plante en el patio que, debido a la intervención de la policía, derivó
en un motín. La imagen de los reclusos en los tejados pidiendo la
libertad a gritos apareció, por primera vez, imprimida en todos los
diarios, invitando los presos a otros centros penitenciarios a sumarse.
La protesta fracasó a corto plazo, pero creó un precedente.
Unos meses más tarde, en la misma
prisión, un reducido grupo de presos comunes que habían participado en
la acción de julio decidieron ir un paso más allá y crear, en la
clandestinidad, la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL): una
asociación de presos sin filiación política, pero muy influenciados por
el clima de reivindicación del momento, que pretendía convertirse en la
portavoz de las demandas de todos los presos sociales, en referencia a
la nueva identidad que se otorgaban a partir de ligar las causas que los
habían empujado a delinquir con las carencias de una sociedad pobre,
clasista y excluyente, como la franquista. En febrero de 1977 la COPEL
salió a la luz y se conocieron sus proclamas: una amnistía general para
todos los presos, reforma drástica y urgente del Código Penal y del
Reglamento Penitenciario, abolición de las jurisdicciones especiales,
empezando por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (nueva
versión de la Ley de Vagos y Maleantes), así como la depuración del
cuerpo de funcionarios, el fin de los abusos y la mejora de las
condiciones de vida, entre otros.
El fin de la COPEL
Como era de esperar, con el fin de la COPEL no acabaron, ni mucho menos,
los conflictos. La lista de motines, incendios y agresiones durante los
próximos años es inacabable, pero, a diferencia de los años anteriores,
cuando la mayoría de estos actos tenían una finalidad reivindicativa
clara, con la decapitación del movimiento la violencia sin un propósito
definido se extendió como una plaga. El degradado clima de convivencia
en unas prisiones cada vez más masificadas, carentes de los mínimos
servicios necesarios para vivir, y dónde, salvo la difusión del consumo
de drogas, prácticamente nada había cambiado, ayudó decisivamente a
forjar el espíritu del nuevo periodo. En este ambiente, que perdurará
durante bastantes años, se desplegará (demasiado despacio y sin
recursos) una ley penitenciaria que tenía que reformar de arriba abajo
las prisiones para que nadie reconociera la herencia franquista que
arrastraban, a la vez que las adaptaba a los nuevos designios
democráticos. Objetivo demasiado ambicioso, que sólo con el paso del
tiempo se conseguiría muy parcialmente.
Cinco años después del estallido y posterior desaparición de la COPEL,
todavía hubieron varias huelgas de hambre –seguidas por miles de
reclusos– en demanda de una reforma penal que aligerara la situación del
gran porcentaje de preventivos que esperaban juicio durante bastantes
meses y, incluso, años. Pero el alarmismo social de la inseguridad
ciudadana pedía sacrificios; había que limpiar las calles de
indeseables, aunque fuera al precio de hacer imposible la vida entre
rejas, como otra oleada de feroces motines evidenció unos años más
tarde.
No sería hasta muy entrada la década de los noventa cuando los gobiernos
del PSOE se aplicaron a fondo en la reforma pendiente, que asentaría
las bases del sistema penitenciario del final de siglo XX que sigue
vigente, y dónde hoy están encerradas tantas personas (más de 70.000)
como en la inmediata posguerra. A pesar del tiempo transcurrido, el
Leviatan penitenciario continúa tragando sus presas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario